AL CONCLUIR EL DÍA DEL MAESTRO

Hace unos días compartía con un grupo de alumnos algunas de las actitudes (¿convicciones?) que acompañan mi labor como docente. Pudieran parecer evidentes, pero en realidad no son tan obvias:
– En primer lugar: en realidad todos somos «alumnos» cuando nos ponemos en actitud de aprender;
– Segundo: nadie tiene el monopolio del «conocimiento». Hoy en día, creo que muy pocos «maestros» podrían superar en conocimientos a un grupo de personas («alumnos») que se ponen a investigar seriamente en un salón de clases; sería ridículo pensar que un maestro «transmite» conocimientos como quien está llenando un vaco vacío;
– Tal vez lo más importante: lo mejor que puedo hacer en un salón de clases y en el encuentro con cada alumno/a, es favorecer procesos que le ayuden a crecer como persona, a integrar los varios aspectos de su vida, a despertar en él/ella una gran sed de vida, un deseo de autenticidad, ansias de aprender. El verdadero crecimiento se da dentro de la persona y no se mide con un examen, ni mucho menos con un número o un diploma;
– Si lo más importante en esta vida es ser felices, lo mejor que puedo hacer cada que abro la boca o me callo es lograr en mi persona y ayudar a los demás a ser «sabios». Y es que la sabiduría es mucho más que aprender cosas, va mucho más allá de inventar teorías o citar autores famosos. Es más bien aprender a ver tu propia vida (ni la de los famosos, ni la de tu esposa/o, ti hijo/a o tu mejor amigo sino la tuya), como la única escuela en la que puedes lograr aprendizajes significativos.
Ser sabios requiere por lo tanto el estudio de sí mismos, la reflexión sobre la propia experiencia, el diálogo con la historia, con los acontecimientos, con los triunfos y fracasos.
Ser sabios es convertirse en aprendices en tu propia escuela, reconocer que el mejor maestro lo llevamos dentro de nosotros mismos. Significa entender que nadie me puede enseñar nada si no estoy dispuesto a aprender. Significa pues entender que para mí, para tí, para todos, no hay mejor maestro que yo mismo… Y lo bonito de esto es que cuando empezamos a aprender de nuestra propia vida, entonces, -y solo entonces- podemos aprender de los demás y descubrir en la experiencia de otras personas aprendizajes significativos para nosotros mismos.
Hoy en día el «conocimiento» parece estar al alcance de todos… pero la sabiduría sigue siendo un terreno pisado por pocos.
¡Feliz día del maestro a todos los que quieren aprender!


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