A lo largo de nuestra existencia, encontraremos muchas personas, unas serán más cercanas a nosotros que otras; con algunas de ellas pasaremos unos minutos y luego se olvidarán; con otras compartiremos algunas experiencias, proyectos por un cierto tiempo; sólo unas cuantas personas, serán cercanas a nosotros y el número de personas con las que compartiremos a nivel muy personal o íntimo y por muchos años, seguramente será cada vez más reducido, pero solo una persona te acompañará a lo largo de toda tu vida: tú mismo. ni tu esposa/o, ni tu hijo ni tu hija, ni tu más íntimo confidente estarán ahí siempre, sólo tú. Esta es una situación ineludible y parece evidente a los ojos de todos.
Pero hay otra realidad que no nos puede resultar tan clara o evidente: el vehículo que nos acompañará toda la vida, el único medio que tenemos para estar en este mundo es nuestro cuerpo. Gracias a que “nacemos” en un cuerpo podemos decir que existimos, que somos. Conforme pasan los años, con nuestro cuerpo aprendemos a comunicarnos, a hablar; es gracias a nuestro cuerpo que tenemos experiencias que nos permiten aprender y crecer; sólo porque tenemos un cuerpo podemos movernos, experimentar, amar e inclusive las más altas expresiones humanas como pensar o las mismas experiencias religiosas presuponen que tenemos un cuerpo. Parecería que estoy reduciendo la vida humana a una vida corporal, pero no es así, lo que quiero expresar es que si no tuviéramos cuerpo, nada de lo que acabamos de mencionar, -desde las funciones fisiológicas, hasta las espirituales- serían posibles.
En este sentido, tu cuerpo es tu mejor amigo. Es tu aliado para “vivir”. Pero un día se va a convertir en tu peor enemigo, pues cuando las funciones fisiológicas se alteren, cuando el frágil equilibrio de nuestro cuerpo se pierda empezaremos a tener problemas (que les llamamos malestares o enfermedades) hasta que irremediablemente, un día dejará de funcionar y ese día tu cuerpo –que era tu mejor aliado, se convertirá en tu peor enemigo. Ese momento marcará el final de nuestra existencia, de esa existencia que todos conocemos por nuestros sentidos. Se le llama morir.
No quiero discutir en estos momentos sobre lo que puede o no suceder en “otra vida” ni afirmarla ni negarla, de eso podemos hablar en otro momento, sino de lo que pasa en ésta que conocemos por nuestros sentidos.
No será hora de preguntarnos seriamente: ¿Cómo estoy tratando a mi mejor amigo? ¿Estoy dándole el combustible adecuado y el mantenimiento necesario a este vehículo que me acompañará a lo largo de toda mi vida, el único que tengo a disposición?
Aunque sea todo un tema aparte, me parece importante mencionar que en nuestra cultura se nos ha enseñado de varias maneras que “el espíritu es más importante que la materia” y que la parte espiritual (que consideramos definitiva) tiene prioridad sobre la parte corporal (que es pasajera). Somos herederos de una manera de pensar que nos sugiere o incluso nos obliga a “sacrificar el cuerpo, los placeres, lo sensible, lo sensual e inclusive lo sexual para elevar el espíritu”. Por ejemplo, aún sin pensar en dañar la salud, para el que es católico en cuaresma “hacemos sacrificios (corporales obviamente) para acercarnos más a Dios.”
Por otra parte en el mundo posmoderno en el que vivimos, tenemos opciones para que podamos explotar al máximo nuestra sensibilidad, desde potenciadores de sabor que vienen con muchos de los alimentos que compramos, experiencias de 3D y 4D en el cine y en espectáculos hasta vuelos de experiencias virtuales o hiper-reales que nos llevan –aparentemente- a mundos que no existen, pero que los “vemos”, los “tocamos” y parece que los experimentamos de manera real. Y todo esto constituye la realidad con la que entramos en contacto con nuestro cuerpo y gracias a él hasta el punto de pensar que si no lo podemos tocar con nuestros sentidos, entonces no existe o al menos no es importante.
De una cultura que despreciaba el cuerpo como cárcel del alma y de los valores auténticos, -los que permanecen para siempre, hemos pasado a una cultura que es aparentemente incapaz de presentar una escala de valores que nos permita vivir en armonía con nosotros mismos, y eso sin ni siquiera mencionar a los demás o al “otro mundo” en el cual muchos de nosotros creemos.
Más allá de los slogans que las instituciones de salud nos proponen; más allá de estadísticas que hablan de los altos índices de obesidad, diabetes en la población es hora de preguntarnos: ¿Cómo estoy tratando a mi mejor amigo? ¿Estoy en buenos términos con quien convivo diariamente para que pase el mayor tiempo posible antes de que se convierta en mi peor enemigo? ¿Le estoy metiendo buen alimento o porquería? ‘¿Lo dejo descansar? ¿Le procuro un buen ambiente?…
Parece que es posible decir a este punto: Reconcíliate con tu cuerpo, trátalo bien, nútrelo, cuídalo, mímalo con cariño pues es tu mejor amigo. Es tú única opción para decir que existes, pera estar con tus seres queridos y para que –si es que llegas- cuando los años pesen, puedas valerte por ti mismo, por ti misma y para que no te traicione antes de tiempo. Para que lo más posible puedas disfrutar esa independencia que tanto valoramos.
Y ya para concluir y rematar, quiero mencionar una frase que me parece pertenece a la sabiduría popular: “Dios perdona siempre, el hombre a veces, pero la naturaleza nunca perdona”. Todo lo que hagas con tu cuerpo se te regresará: el alimento que consumes y el sol que tomas para broncearte; la droga que consciente o inconscientemente le estás metiendo a tu cuerpo, las horas de sueño robadas, los ayunos por falta de tiempo, las verduras que no te gustaban o las fritangas tan tentadoras… todo tendrá sus consecuencias…; de la misma manera el ejercicio matutino, una dieta equilibrada, una alimentación sana, tus horas de dormir y unas buenas vacaciones… todo se paga, todo se regresa…
¿Cómo has tratado a tu vehículo? ¿Qué vas a hacer hoy por tu cuerpo?
Comparto esto como parte del proyecto “somos buhay” que pretende precisamente favorecer procesos de vida. En esta página http://www.somosbuhay.com encontrarás más material y talleres de crecimiento para personas, familias, empresas y propuestas para la sociedad.
Comparte este texto con quien necesite una palabra de aliento para “una dieta” y para quien necesite recuperar la salud perdida…
Gerardo Antonio Díaz Jiménez
© Gerardo Antonio Díaz Jiménez. Puede utilizarse sin fines de lucro y citando la referencia http://www.somosbuhay.com
RECONOCIMIENTOS: la frase “El cuerpo es tu mejor amigo, pero un día se convertirá en tu peor enemigo” que está a la base de esta reflexión la escuché del M. en T y M.C. Alejandro Humberto Palacios Torres en un Diplomado Universitario en Análisis Interdisciplinario del Mundo Contemporáneo en el 2011.
PARA PROFUNDIZAR ver el libro: «El hombre posmoderno ante el reto de una corporeidad sana», del Mtro. Oscar Velázquez y el Mtro. Armando Aguirre. Universidad de la Salle Bajío.
2 respuestas a “RECONCÍLIATE CON TU MEJOR AMIGO… PORQUE UN DÍA SERÁ TU PEOR ENEMIGO”