Busca tu reflejo

Tocamos el cielo cuando entramos en contacto con nosotros/as mismos/as. Foto: Gerardo Antonio Díaz J. 2022

Es tan evidente que nunca lo había pensado, pero seguramente millones de personas se habían planteado esta cuestión: para vernos a nosotros mismos, lo mejor que podemos hacer es tomar un espejo. No hay otra manera de vernos a nosotros mismos que en nuestro reflejo, aunque sea en un charco de aguas quietas.

Le podemos preguntar a otros cómo somos, podemos recorrer nuestro rostro con las manos. ¿Has permitido que un no-vidente te conozca con sus manos? ¿Qué pasaría si no existieran los espejos y alguien me preguntara: “Cómo eres”? ¿Qué diría de mi?

Hace un par de días la pequeña Genesis a sus 7 años me lanzó la pregunta: ¿Papa, por qué no puedo mirar en dos direcciones a la vez? ¿Por qué si te puedo escuchar a través de la puerta, por qué no te puedo ver? Me sorprendí pues muchos seres humanos dejamos de hacernos esas preguntas cuando cumplimos 10 años dado que la respuesta es aparentemente inútil.  La realidad es evidente y ya no caben preguntas: “podemos ver sólo en línea recta”. Nuestro tacto, nuestro olfato, el sentido del oído son multidireccionales: es claro que percibimos un aroma que está en el ambiente aunque el origen del mismo esté detrás de la puerta; podemos meter la mano en una caja negra y adivinar lo que hay adentro, escuchar sonidos que están en la distancia, inclusive atravesando medios sólidos pero la vista tiene otros límites, solo ve lo que tiene frente a sí. Efectivamente tenemos una “visión periférica”, pero en el caso de los humanos no llega a los 180° y en mi caso con visión en un solo ojo… mi ángulo visual se reduce.

Esto vale para la dimensión física.

¿Y para las otras dimensiones del ser humano? ¿Podemos pretender vernos y entendernos a nivel afectivo, a nivel intelectual? ¿Podemos ver “cómo somos” en nuestra relación social, a nivel espiritual? ¿Podemos describirnos objetivamente a todos los niveles…?

¿O necesitamos espejos también ahí?

La historia dice que sí, Y la respuesta es válida en todos ámbitos de la vida de las personas, en la vida de cada uno de nosotros.

A nivel social, parece que se puede afirmar que muchas de las grandes personalidades de la política, de los deportes, del espectáculo están dispuestos/as a pagar para recibir apoyo. Y lo contrario lo vemos también: hay muchos/as que se ven rodeados de fama, de poder, de dinero, y aunque tengan una vida placentera y aparentemente “resuelta”, pierden piso, se alejan de la realidad y fracasan estrepitosamente.

Sin duda alguna que el progreso en la vida espiritual en muchas religiones y filosofías requiere la ayuda de un mentor. En la vida religiosa, la de los monjes del mundo cristiano existe la figura del padre espiritual; en otras tradiciones existe el gurú, el sensei, el modelo…

¿Por qué entonces nos resulta tan difícil abrirnos, ponernos frente a esos espejos? ¿Por qué si sabemos que “no podemos vernos a nosotros mismos”, pretendemos tener todas las respuestas? ¿Cuál será la razón para pensar que si no somos nuestros propios maestros en habilidades básicas como las de caminar, hablar… sí podemos ser autodidactas en el caminar de la vida?

Estoy convencido que todos necesitamos “aprender a aprender”, pero esta es una habilidad que sólo se adquiere en la relación social, como el lenguaje, como los conocimientos que recibimos de generaciones anteriores. Si cada generación tuviera que “inventar el mundo”, estaríamos todavía en las cavernas, inmersos en un ciclo cerrado muy cercano a la estupidez.

El instinto nos alcanza para muy poco en la vida: los reflejos innatos o primitivos presentes en los primeros meses de vida nos permiten mamar, aferrarnos, empezar a sostenernos… Lloramos en diferentes tonalidades… Y si estos reflejos permanecen más allá de lo indispensable se convierten en un obstáculo para el desarrollo.

¿Ya nos salimos del tema? Tal vez no.

Lo que sigue en el desarrollo del ser humano son procesos de aprendizaje, por imitación, por transmisión de conocimientos y destrezas básicas principalmente por parte de otros seres humanos. Es maravilloso pensar que en pocos años recibimos un bagaje cultural (lengua, ciencia, arte, religión, historia…) que a la humanidad le tomó literalmente cientos de miles de años elaborar. A los 10 años ya recibimos un patrimonio cultural increíble.

¡Y pretendemos sentirnos independientes y caminar solos en cuanto somos adolescentes!

Parece evidente que muchas de las personas del mundo actual y de la historia “pierden piso” precisamente por falta de un espejo o por no querer seguir las indicaciones de estos espejos.

Los ejemplos sobran: ¿Le hubiera ayudado “confrontarse” continuamente con un guía a grandes personalidades como Marilyn Monroe, Maradona por mencionar dos ejemplos? ¿Será que los grandes magnates a nivel económico o los líderes políticos y religiosos tienen la humildad necesaria para mirarse en un espejo? Tal vez alguno de ellos vivió procesos terapéuticos, pero… ¿Fueron capaces de escuchar? Y la pregunta vale para nosotros/as también.

Si se me permite una nota de mi experiencia, en mi formación personal, durante mi adolescencia y juventud tenía la “obligación” de tener una “confrontación”, es decir un momento de diálogo personal con mi formador. Y no era un momento de discusión, sino de escucha, de búsqueda. Y hacíamos en la preparatoria un ejercicio de “revisión de vida” en el que nos decíamos uno al otro cómo nos veíamos. Claro que más de alguno se aprovechaba para echarle tierra a quien le caía mal. De todas maneras era un ejercicio que se podría considerar “de espejo”. Hasta la fecha considero que el tiempo y el dinero que invierto a nivel personal y con mi familia en “confrontarme” con una psicóloga, o con personas que considero mis “mentores y mentoras” no son un gasto, sino recursos bien empleados.

Estos espejos son puertas que abrimos para que alguien entre a la tierra sagrada de nuestra propia intimidad. Y esperamos que esto suceda con respeto, interés sincero y competencia humana.

Hay amigos/as que pueden desempeñar este rol y ser verdaderos espejos, otros, los que “nos dan por nuestro lado” sólo nos confirman la imagen distorsionada que nosotros les presentamos.

¡Qué diferente sería el mundo si reconociéramos que aunque seamos adultos necesitamos tener guías!

Me encantaría tener el don de los canguros que pueden mover sus dos orejas de manera independiente para poder percibir sonidos provenientes de diferentes direcciones y estar siempre alerta. A mí solo me funciona un ojo, pero aún quien ve con los dos… solo puede mirar unidireccionalmente…

Mirarme en el espejo es fácil, descubrir lo que está detrás de la imagen ya no lo es tanto.

Para bien o para mal, el mundo tiene muchos tipos de espejos y podemos escoger mirarnos en uno que deforme nuestra imagen sea física como psicológica… o mirarnos con los ojos del experto, del psicólogo, del mentor; mirarnos en el espejo del amigo/a, tal vez del esposo/a. Casi seguramente a muchos nos ayudaría tener el espejo del silencio, de la meditación, de la reflexión sobre nuestra propia vida y experiencia.

Estoy convencido que si todos/as dedicáramos unos minutos al día, -tal vez 20-30 para diseñar el día en la mañana, rectificar el rumbo al medio día y hacer nuestro “examen de conciencia” o revisión de la jornada por la noche, el beneficio sería inmenso para la sociedad. Y tener un par de horas por semana, tal vez una media jornada cada mes… un par de días al año para escribir lo que vamos viviendo, para confrontarnos con maestros espirituales, con tradiciones filosóficas podría ser muy significativo para no ser  “semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es” (Santiago 1,23).

Me da pena pensar que los espejos que hoy tenemos son modelos externos (de moda, de acción, en el lenguaje…); que nos miramos muy poco en el espejo de la verdad y mucho en lo que las pantallas que tenemos frente a nosotros nos reflejan. Es posible que sigamos comprando espejitos de autocomplacencia, de poder, de placer… que nos presentan imágenes distorsionadas de lo que es la felicidad, el éxito, la realización personal, que nos alejan de la meta de vivir plenamente nuestra “humanidad”.

Tal vez somos muy dados a tomarnos “selfies”, pero ¿estamos dispuestos/as a mirarnos en profundidad? ¿Será que te ayudaría tener un mentor, un guía…?

La ventaja de tenerlo es que nos permite tener una visión de infinito, de profundidad… que nos une con el universo. De la misma manera que al mirar las estrellas en la bóveda celeste las estamos viendo como eran hace millones de años, al mirarnos en los espejos de profundidad de los que hemos hablado, podemos encontrar en un mentor sabio y capaz (hombre o mujer) el reflejo de la vida y la historia de personas y experiencias que también pertenecen a la historia, o a “otras historias”, pero que tienen mucho que enseñarnos. Aprovecho la oportunidad para agradecer a quien a lo largo de mi vida me ha permitido ser “espejo” de su propia existencia. Puedo afirmar que son miles de personas que afirman haber recibido un reflejo de lo que son por la simple escucha, hombres y mujeres  que me han permitido aprender de su vida y experiencias y en quienes he visto reflejado el espejo de la humanidad que todos proyectamos. La confianza es el don más grande que podemos dar. Gracias por ese privilegio. Cuenten conmigo… y sigamos creciendo juntos/as.

Gerardo Antonio Díaz Jiménez. Copyright 2022. Puede usarse sin fines de lucro citando la referencia. gerantoniodiaz@gmail.com


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