
Este es un texto dirigido a quienes por elección, por obligación, por trabajo o por amor son “compañeros de cama”.
La cama es un lugar con muchas caras, es lugar de amor y sinónimo de dolor; es trampolín del que se salta después del descanso y –robando la comparación a Julio Cesar Ocaña-, es barcaza de cuatro patas que lleva a la otra orilla, lugar del no-retorno.
Hay camas chicas y grandes; simples y sofisticadas; con almohadas especiales y como dice la canción también hay “camas de piedra”…
Ahí trabaja el médico y junto a una cama he pasado horas como amigo, como terapeuta, a veces hablando, y las más escuchando, afortunadamente pocas veces como enfermo y sólo de paso…;
En una cama, muy probablemente muchos de nosotros fuimos concebidos en un acto de amor;
Es evidente que es un lugar de descanso, una oportunidad para recuperar las fuerzas y normalmente todos los días pasamos varias horas en cama, casi una tercera parte del total de nuestra vida;
Al visitar a un enfermo, pariente, amigo que está “en cama”… podemos pensar muchas cosas:
Uno generalmente piensa que la persona «está mal» pues ha dejado de realizar sus actividades normales, puede ser que haya tenido una intervención quirúrgica y es posible que incluso para algunas personas se convierta en su «lecho de muerte».
Pero con estas líneas, y creo con justa razón quiero reconocer que la cama puede ser lugar de vida:
En largas convalecencias personajes famosos de la historia transformaron su vida. Por ejemplo, S. Ignacio de Loyola después de haber sido gravemente herido cambió su vida, porque hizo productivo su tiempo en cama…; Francisco de Asís también descubrió la sencillez en la cama; en una cama el emperador Constantino recibió el bautismo y esto selló un cambio para el mundo occidental.
Creo que no necesitamos muchas ideas para hacer que la cama sea un lugar creativo para el amor, para el descanso, pero puede resultar más difícil entender cómo puede ayudar a ser fuente de vida cuando hay dolor, incapacidad, inmovilidad.
En este sentido, de manera particular en los últimos meses, como amigo, pariente y también como terapeuta he podido descubrir, o mejor dicho poner en evidencia varias cosas:
En las camas de hospital hay un ambiente de expertos en salud, muchos aparatos, medicinas en su horario y se espera que el “paciente” recupere su salud, al recibir una buena atención profesional desde la perspectiva fisiológica. Ahí encontramos camas con alta tecnología;
Lo mismo puede suceder cuando la persona está en casa, no necesariamente postrado/a en su lecho pero sí imposibilitado de moverse por su cuenta, aún en su limitado territorio: “cama – sillón – baño – cama…” y si tiene fuerzas, el comedor o la cocina…
La atención a la salud del cuerpo es esencial pues en el momento en que el cuerpo deja de funcionar, simplemente la vida se acaba, pero somos algo más que cuerpo. Al menos todos aceptamos que no somos solo cuerpo, nuestra dimensión espiritual, mental y psicológica es más que electricidad en nuestro cerebro. He visto a personas tener asistencia médica (del cuerpo) las 24 horas del día, los 7 días de la semana y que viven en aislamiento porque nadie les pregunta desde el fondo de su corazón: ¿C ó m o e s t á s? así, lentamente, dejando que la mente y el corazón fluyan;
Cada persona es diferente y a veces resulta difícil para el “paciente” aceptar su situación, sobre todo si está en cama a resultas de un accidente o una situación inesperada;
Y creo que nadie tiene las palabras exactas para decirlas a alguien que está “en cama” y es todo un reto aprender a “estar”, así simplemente “estar”, vibrar con la persona, y escuchar si desean hablar, tocar la mano si es permitido, acariciar el cabello si es oportuno, crear un ambiente en el que el silencio no sea incómodo sino un vínculo que se va creando y que une mente y corazón;
Y algo más, siendo imposible moverse, la cama puede convertirse en una oportunidad para “recapitular” la propia historia.
Tengo que confesar que me encanta escuchar historias de vida y tengo varias de ellas en el tintero. Historias de gente joven y también historias de personas que ya pasaron su fase laboral productiva; historias que han cambiado radicalmente pues están obligadas a estar “en cama” y que aún no pueden encontrar su nuevo rumbo.
Estar en la cama, independientemente de que la persona pueda o no levantarse, puede ser una oportunidad para “no regresar a lo mismo”, sino para abrir nuevos horizontes. Como la pareja que busca tener un bebé y al darse cuenta que ya viene un nuevo ser en camino, sabe que su vida cambiará, que ya no será la misma.
Las noches de soledad, los días que pasan lentamente a veces anestesiados por la televisión y otros ruidos que “entretienen” a la persona pueden ser muy pesados.
Por otra parte, hay vidas que pasan en torno a las camas, la vida de la esposa o esposo, de los hijos e hijas, la madre, el padre o el amigo que dejan de tener una vida propia, sobre todo en situaciones en las que la convalecencia es larga o definitivamente los pies jamás van a sostener a la persona y esta no puede valerse por sí misma.
Los hijos, papás, hermanos, amigos, parejas toman turnos, apoyan, se preocupan cuando hay cambios… y en muchos casos ellos y nosotros “normalizamos” la situación. A veces podemos convertirnos en visitantes inoportunos, aún con el más grande deseo de ayudar.
Resulta pues evidente a un ojo atento, el sufrimiento -muchas veces ignorado-, de quien renuncia a su vida, a su tiempo para estar con el ser amado. Gracias a cada una de estas personas.
Cabe también aquí la pregunta mágica: ¿Qué puedo hacer por ti? Es imposible que la mamá, la esposa, el padre o el amigo tomen el lugar de la persona. ¡Qué más quisiéramos, intercambiar por un día o más los puestos! Pero no es posible.
Me viene a la mente el libro y la correspondiente película “Tardes con mi viejo profesor” de Albom Mitch (el original en Inglés es “Tuesdays with Morrie”) en donde el exalumno, ya convertido en un exitoso profesionista y escritor, al enterarse de una enfermedad degenerativa que sufre Morrie, -su antiguo maestro-, va a visitarlo para tener de él la sabiduría que la vida le dio. Vale la pena leer este libro pues toca los temas importantes de la existencia.
Y esto es lo que quisiera también hacer yo, desarrollar mi labor, en esa múltiple tarea de escuchar, percibir lo que ha sido la vida de las personas, escribir, plasmar con el arte la esencia de la existencia. Todos tenemos una historia que contar sea que hayamos sido campesinos, fundadores y directores de empresas, artesanos, maestros…
Así como hizo Albom Mitch con su amado profesor, ofrecer la posibilidad a las personas de trascender, mirar hacia atrás para descubrir o al menos entrever en retrospectiva los hilos que han dado sentido a su vida y dejar como herencia algo más que bienes.
Somos seres integrales y es preciso que demos atención a todas las dimensiones de nuestra existencia: “No sólo de medicinas, alimento e higiene en una buena cama vive un enfermo”, como no sólo de sexo y pasión vive una pareja, también en un tálamo.
He visto a muchas personas en hospitales, en sus casas; he platicado con sus familiares y hay quien está en cama porque ha tenido un bebé y con alegría iniciará en poco tiempo una nueva vida; quien pasará un poco más de tiempo en cama esperando que una herida de operación sane o que el hueso de una pierna fracturada solde; y quien ya jamás se levantará de ese lecho.
Quiero finalmente agradecer a Dios, a la vida, a las personas que me han llamado para dar una palabra de fe, una palabra de aliento o simplemente mi silencio; por la posibilidad de acompañar estos procesos. Es un privilegio entrar en la mente y el corazón de las personas. Cuando he tenido esta fortuna, entro con los pies descalzos, más allá de acercarme como terapeuta o con otras caras, es importante que sintamos la cercanía que nuestro ser humanos nos da.
Y cuando existe la certeza humana de que “no hay nada más que hacer”, sea quien está en cama como quien está a su alrededor deberían tener las herramientas para acompañar ese momento final de trascendencia con serenidad, viviéndolo, -aunque parezca contradictorio-, como un momento de vida. Para el que tiene fe, es la continuación de la vida en la eternidad, para otros es el momento de trascender, reencarnar…
A todos nos va a llegar ese momento final y puede llegar de muchas maneras. A menos que no nos embista un tráiler o sea algo repentino, muchas personas van a poder sentir que el momento final llega e incluso podrán despedirse debidamente.
Y ya para concluir, a pesar de que el ser humano se considera superior por caminar en posición erguida, recordemos disfrutar de esos momentos en los que, en posición horizontal, nos preparamos para la novedad que cada día nos trae. Que no seamos como esos matrimonios viejos o esas familias aburridas que ya no se dan los buenos días al despertar sino que iniciemos con un: “¡Buenos días”!
Y más que decir… ¿No?
Aquí estoy, siempre dispuesto a acompañar en mi actual versión de mí mismo y también para brindar el auxilio espiritual cuando sea necesario.
Para ver la dimensión física de la existencia, te invito a revisar el texto: https://somosbuhay.com/2017/05/24/reconciliate-con-tu-mejor-amigo-porque-un-dia-sera-tu-peor-enemigo/