Seguramente te ha sucedido que te preguntas: ¿En qué se me fue el tiempo? ¿Dónde está el dinero que tenía? ¿Por qué estoy aquí… si ni quería venir? Y es que tal vez, sin darnos cuenta estamos viviendo vidas ajenas olvidándonos que tenemos una vida propia; que nuestra existencia, nuestro tiempo, los recursos con los que contamos son lo único que tenemos para disfrutar en aquello que puede hacernos auténticamente felices. Al mismo tiempo, nos damos cuenta que nuestras acciones, el lugar en donde ponemos nuestros afectos o gastamos nuestro dinero es efectivamente lo que determina si lo que nos pasa es lo mejor que nos pudo haber pasado o que tal vez estamos viviendo la vida de otros sin darnos cuenta.
Creo que al pensar en dónde utilizamos el dinero, en dónde ponemos nuestros afectos y en qué se nos va el tiempo, puede haber al menos dos posiciones claras:
La primera posición es “quien literalmente vive vidas ajenas”, entregando lo que es (sus afectos), lo que tiene (su dinero) y su tiempo de vida (su propia existencia) a otras personas o instituciones. En este sentido pienso en quien dedica su vida a saber todos los detalles de artistas famosos, deportistas o personalidades que son muy importantes para esta persona, tal vez más importantes que su propia familia. Y generalmente puede gastar una buena parte de su dinero en seguir las tendencias, acompañar a su equipo o arreglarse para parecerse a fulanito o fulanita. Si usas camisetas en las que está escrito el nombre de otra persona en vez de tu propio nombre o el nombre de tu hijo y si la pared de tu cuarto tiene fotos de otras personas más que la tuya o de tu familia tal vez perteneces a este grupo.
Creo poder afirmar que la mercadotecnia que se utiliza en el siglo XXI está desarrollada para hacernos creer que lo que estamos haciendo es lo mejor que nos puede pasar. Los que nos venden productos, -siempre uno nuevo porque el último que habías adquirido ya pasó de moda-, nos hacen creer que “somos originales”. Y decimos: ¿A poco no tengo el derecho de disfrutar un poco después de haber trabajado tanto? ¿Qué no me puedo dar un gustito? ¿Me lo merezco no? Claro que tengo el derecho a usar mi tiempo como me da la gana…
Existe una frase en italiano que dice que “ti fanno fesso e contento” para indicar que cuando cambias tus perlas por espejitos que alguien te da, “te hacen tonto y te dejan feliz”. Esto se refiere a situaciones en las que alguien se queda con tu tiempo o tu dinero y te vas feliz porque piensas que engañaste al otro cuando en realidad es a ti es al que te timaron. De hecho puede suceder que alguien se queda en pocos minutos con todo el dinero que ganaste en semanas o meses, pero finalmente “eres original” al tener lo último que está de moda.
Esta puede ser una manera de “vivir vidas ajenas”, pero hay otra.
La segunda modalidad es quien dedica buena parte de su tiempo, dinero y energías literalmente a otras personas, pero no siente que ha sido engañado y puede defender su posición sin dudar que está haciendo lo correcto.
Una mamá o un papá que dedica su vida a ver crecer a sus hijos, literalmente está “viviendo vidas ajenas”, entregando su tiempo, energías y dinero a “otras personas”, pero esto llena de satisfacción a quien lo hace y produce vida. Tengo presente el ejemplo de uno de mis hermanos que al cumplir 50 años de vida dijo en la fiesta sorpresa que le organizó su familia”: “Si me pongo a sacar cuentas, si no me hubiera casado, y sobre todo, si no hubiera tenido hijos ya sería millonario”… y posiblemente hubiera añadido que también hubiera ido a Europa un par de veces y hubiera podido comprar una casa más grande o un coche más lujoso… Pero no, su dinero, su tiempo, sus afectos se fueron para pagar colegiaturas, ropa, médicos… y sacar el balance en ese momento de su vida lo llenó de satisfacción. Y esto lo hace no sólo con su familia directa, sino con otros parientes y amigos. Todos en casa sabemos que si se te descompone tu coche a las tres de la mañana en medio de la nada lo que puedes hacer es “hablarle a Nacho”. Y posiblemente todos tenemos un “Nacho” en la familia.
Igualmente una de mis sobrinas al casarse y “empezar a tener hijos” nos comunicó en una reunión familiar: “Desde ahora y por unos años voy a ser cambiadora de pañales… ¡pero profesional!” Y efectivamente su carrera profesional quedó en suspenso por unos cuantos años… Y seguramente como ella, hay muchas mamás a las que las circunstancias y las exigencias de sus criaturitas les impiden dedicarse de manera directa a “sus planes y proyectos” hasta que el último de sus hijos va a la escuela y “le permite” tener “una mañana para ella” o utilizar “su dinero” en lo que le da la gana.
Por otra parte, en el ámbito de la terapia familiar conocí a un exitoso neurocirujano que finalmente terminó separado de su esposa porque no estaba dispuesto a renunciar a sus preciosas horas de sueño “por un chiquillo llorón”. Su carrera profesional era mucho más que prioritaria para él y cinco años de matrimonio y de inútil espera de su mujer por decidirse a tener un hijo no le cambiaron su mente ni un poco.
Es evidente que la madre Teresa de Calcuta y muchas personas que dedican su vida a servir a la humanidad “están viviendo o vivieron vidas ajenas”, pero a todo mundo le resulta claro que esto es digno de ser vivido. Me refiero a quien por motivos religiosos o por otras razones dedica su vida a servir a otros.
A este punto creo que tendríamos que volver a plantearnos la pregunta: ¿Estoy viviendo mi vida o estoy viviendo vidas ajenas?
No es una pregunta fácil de responder pues parece ser que tanto la santa como el egoísta viven vidas ajenas. Lo que no se vale es vivir sin preguntarme qué está pasando con lo que soy, con lo que tengo, con mi tiempo pues al final del día (y al final de cada quincena) me seguiré preguntando. ¿En qué se me fue el dinero pues lo que gané apenas me alcanza para pagar la tarjeta? ¿Por qué no me alcanza el tiempo para nada? ¿Qué no puedo usar mi tiempo en lo que me da la gana?
Se me ocurren tres ideas:
En primer lugar dedica al menos una hora por semana (ojalá que fuera junto con tu pareja o tu familia) para hacer un balance y presupuesto de tu vida, para revisar y planear tus gastos más importantes, para darte cuenta en qué usaste tu tiempo o te divertiste, en fin de cuentas para revisar el pasado y mirar hacia el futuro responsablemente.
En segundo lugar observa lo que sucede en la vida de otras personas para aprender lecciones que te ayuden en tu vida. Me tocó encontrarme en cierta ocasión con un sociólogo que le gustaba ir a los estadios de futbol pero no para ver el partido sino para observar a los espectadores. Y sacaba conclusiones interesantes pues veía que los “tifosi” vibraban con los colores de “su equipo”, gastaban su dinero en viajes e indumentos y sus ídolos eran personas con las que jamás habían cruzado ni una sola palabra. Lo mismo se puede decir al observar a personas que compran en la última barata a meses sin intereses… Sería interesante ir al supermercado a ver cómo compra la gente. ¿Cuántos tienen una lista de compras y al salir llevan en su carrito sólo lo que tenían planeado comprar?
En tercer lugar, creo que nos puede ayudar celebrar la vida disfrutando cada momento con nosotros mismos (haz ejercicio, cuida tu estabilidad emocional…), disfrutemos con nuestras familias, con aquellos que son la causa de nuestros desvelos y fatigas. Aunque parezca cursi, dile a tus hijos, hermanos o papás cuanto los quieres y cuánto son importantes para ti. Dale las gracias a quien te ha regalado su sudor y su sangre; regálale una llamada por teléfono a tu mamá, papá o abuelito para decirle que le agradeces haber dedicado su tiempo, energías y amor a que la vida siguiera adelante. Dale un beso a tu esposo, a tu esposa y dale las gracias por haber decidido vivir su vida junto contigo. Y es que sólo si continuamos la cadena de la vida seremos capaces de dejarles a las generaciones futuras un mundo mejor del que nosotros recibimos, sólo si vivimos nuestras vidas en conjunto con los demás estableceremos la dinámica más sana para la vida, que es la de dar y recibir, viviendo tu propia vida y “viviendo vidas ajenas”.
Y ya para terminar quiero concluir con las palabras que -después de haber superado un período en el que estuvo a punto de morir de cáncer-, Steve Jobs pronunció en su famoso discurso a los graduados en la Universidad de Stanford:
«Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario».
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Gerardo Antonio Díaz Jiménez gerantoniodiaz@gmail.com