
Ayer regresamos una vez más a un rancho cerca de Abasolo donde hace 48 años descubrí que tenía el don de rabdomante, es decir de encontrar aguas profundas con una horqueta de un árbol cualquiera. Este pozo se construyó donde otro rabdomante había indicado y en esa ocasión el propietario nos pidió a las decenas de personas presentes que “probáramos” a ver si teníamos el don y de alguna manera ponernos a prueba. Sin saberlo, el lugar que esa persona indicó, un anciano experto, fue el mismo que yo identifiqué.
Y desde entonces, sea en este sentido de encontrar el lugar donde perforar un pozo, como el de simplemente escuchar para dejar que las “aguas profundas de las personas” fluyan, -y decía, desde entonces- una buena parte de mi vida ha sido la de dejar que esas aguas fluyan.
Ayer era un día para estar con amigos, con la familia y la mayor parte del tiempo estuve escuchando, siendo reflejo para ir descubriendo lo que sucede en la vida de otras personas y que tiene mucho que ver con la de otras, y con la mía…
Soy rabdomante, dice mi presentación en redes sociales, quiero siempre mantener siempre una actitud de empatía, dejar que las personas crezcan al ver el reflejo de su profundidad, al escucharse a sí mismas. Soy y quiero ser acompañante, tal vez “asesor”, pero más que nada espejo.
Y compartir en reciprocidad en ese ambiente tan singular de confianza profunda que se genera al permitir que las personas crucen el puente de escucha que se tiende.
Tal vez, en este mundo agitado que tenemos, todos necesitamos ese espejo en quien reflejarnos, esa persona a quien le permitimos entrar en nuestra intimidad, ese espacio de silencio que nos hable y revele nuestro ser profundo, que nos conecte con los secretos arcanos de una humanidad vivida de manera auténtica.
Esas aguas que nos permitieron disfrutar, estaban esperando miles, tal vez millones de años filtrándose, decantándose para que precisamente ayer salieran a la luz, en ese pozo descubierto casi por juego y que por decenios ha sido la fuente de vida para toneladas de cereales, vegetales; que ha surtido abrevaderos y sobre todo, desde nuestra perspectiva humana nos ha permitido dar vida, ser vida.
Una de las dimensiones más bellas de este don es la de iniciar la «exploración» y no saber si se va a dar ese «magnetismo» que permite conectar con la profundidad. Y sólo se da al empezar a caminar…
Como decimos en México, estoy “a sus órdenes”, para que cada uno/a de nosotros tengamos una vida plena, y el plural tiene todo el sentido, porque la vida verdadera sólo puede generarse y llega cuando se comparte. El puente está tendido.

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