
Una pista para responder puede ser: ¿Qué recibo, qué doy? Parece ser que las posturas que cada uno toma determinan nuestra ubicación en ese movimiento incesante del universo.
Estoy convencido que el Universo es un canal de vida, de energía.
Y la única manera en la que funciona es fluyendo.
Todo se renueva constantemente y lo que llega no puede quedarse.
Pueden ser ideas peregrinas que me hacen pensar que estoy descubriendo algo que tal vez para otras personas es evidente: “Lo que define el flujo que va a llegar al canal es lo que yo, como transmisor, doy. No lo que recibo”.
Me parece que puedo recibir bondad y belleza, pero si lo que transmito es amargura y rencor, mi parte de canal estará caracterizado por…
¿Qué creen? Por esos sentimientos, actitudes, acciones o tonalidades de resentimiento y negatividad.
Y al revés si lo que reciben mis oídos, lo que mis ojos ven (solo veo con uno pero la visión física es secundaria), si lo que respiro en mi ambiente, en fin, lo que entra a mi canal es negativo pero lo que sale de mí son palabras de aliento, de reconocimiento del esfuerzo hecho, de solidaridad, de positividad…
¿Qué es lo que fluirá en mi porción de canal? Seguramente un flujo de vida, de energía positiva, creadora.
Lo acabo de vivir estos últimos dos días.
Antenoche le escribí a mi primo, un sacerdote jesuita, una nota de cariño y solidaridad por los dos sacerdotes y el guía de turistas asesinados… Esperaba su respuesta, tal vez una palabra de agradecimiento, porque siempre responde y no llegó de manera inmediata.
Y aquí está un detalle: ayer a mediodía, en otro ámbito de mi vida le escribí a la psicóloga que nos está apoyando con el uso del consultorio diciéndole de todo corazón una palabra de agradecimiento que cerré con la promesa del evangelio: «Todo te regresará multiplicado».
Y mi primo ya en la tarda noche me escribe:
«Gracias por estar cerca. Que el Señor te recompense al ciento por uno. Un abrazo. Saludos en tu casa.»
¿Irrelevante? ¿Un par de frases hechas que se dicen por costumbre?
Mi lectura de estos intercambios de mensajes me dice: «Recibirás aquello que des, tendrás en tu canal de vida lo que transmitas… Y es la única posibilidad. Cuida más lo que das en relación con lo que recibes”.
¿Será?
Antes de compartir este texto me vino a la mente el dicho de Jesús: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mateo 5,11)
O sea que no descubrí nada nuevo. Pero me dio serenidad estar en compañía de alguien que vivió y superó un ambiente que tenía decenas de cosas que podían provocar impureza “en la entrada, en lo exterior…” que finalmente era (y sigue siendo) hipocresía, solo cáscara. Me queda el reto de investigar qué es lo que dijeron al respecto otros pensadores de la historia de la humanidad. Sólo fui a releer en un texto básico del Taoísmo estas frases: “Quien sigue la virtud,se une a la virtud.Quien sigue el defecto,se une al defecto.Quien se identifica con una de estas cosas,por ella es acogido. Pero a esto no se da suficiente crédito.” (Taoteking XXIII)
Percibo que puedo ser inmune a las ofensas, los maltratos, el desprecio, la humillación si lo que exhalo son reconocimientos, respeto a la dignidad… En mis manos, en mis palabras, está esa inmunidad o la posibilidad de ejecutar una sentencia de auto-envenenamiento de mi canal de vida si lo que expulso es negatividad, pesimismo, rencor…;
Si escribo esto es porque quiero promover esta vacuna de inmunidad a lo que recibimos. Porque me parece ver que “no es lo que recibo, sino lo que doy lo que me define”.
Soy un buscador que con humildad contempla el universo pretendiendo encontrar al menos una punta de la hebra, no con la intención ambiciosa de desmadejarla toda sino con la menos insensata de unirse, en ese breve espacio de su existencia a ese infinito flujo de vida, de energía en este momento de conciencia que cada uno vive.
Perdónenme estos reales o aparentes desvaríos de medianoche… Le voy a dar descanso a mi cuerpo… Buenas noches, buenos días… ¡Buena vida a todos y todas!
Copyright Gerardo Antonio Díaz Jiménez 2022. Puede usarse sin fines de lucro citando la referencia. gerantoniodiaz@gmail.com
Estimado Gerardo.
Leyendo tu texto me resonaron muchas cosas. Me recordó una charla de un monje budista zen, que menciona que encontrarle sentido a la existencia como fuente constante de novedad (esto es muy bergsoniano) consiste en el hecho de ser conciente de una constante en el mundo: la impermanencia, esto está ligado íntimamente con el concepto de karma, en el que las acciones que uno realiza pueden perpetuar o romper el ciclo kármico, esto es, hay que ser responsables y estar atentos sólo a lo que das y no a lo que recibes. Algo similar dice el esclavo romano Epicteto (uno de los máximos exponentes del estoicismo), que un individuo debe ocuparse sólo de lo que puede cambiar: su pensamiento, su lenguaje y sus acciones. De igual manera, uno de los grandes exponentes del pesimismo filosófico, Arthur Shopenhauer, afirma que si bien no es posible obtener una felicidad positiva y absoluta, y el sufrimiento es inevitable, la posibilidad de ser alegre con lo que tienes en el presente significa la máxima felicidad asequible por el individuo. De la misma manera, Jorge Luis Borges afirma (siguiendo un poco esta línea) que él no aspira a la felicidad, cuando mucho a la serenidad, que sí acaso es una forma imperfecta de la felicidad. El gran filósofo Marco Aurelio también afirmaba que la mejor manera de combatir a un enemigo, es no ser como él. Con todo lo anterior quiero afirmar la simpatía que me causó tu redacción, pues considero al igual que tú, que uno tiene el poder de amplificar, disminuir o anular los aspectos negativos que recibimos, y parafraseo nuevamente a Epicteto, cuando afirma que las cosas que acontecen no nos afectan, sino los juicios y opiniones que nos formamos de esas cosas que acontecen.
Te mando un fuerte abrazo.
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