Este texto nació de una «charla de café», un espacio en el que docentes universitarios se reúnen para compartir sobre situaciones concretas del trabajo docente y de la vida profesional y personal. Al llegar a casa, le escribí al director que organizó la reunión y le compartí lo siguiente:
Hola Estimado director.
Espero estés bien.
Simplemente dos líneas para compartir algo más a lo mucho que dije en nuestra charla. Tal vez sea «solo para tus ojos» o tal vez lo comparta más adelante..
En un plano informal, pero serio me parece poder afirmar que el primer paso, antes de que un docente se ponga frente a un grupo… o de todas maneras cuanto antes, es que tenga claras o vaya definiendo sus convicciones pedagógicas.
¿Qué me mueve como docente? ¿En qué creo?
Comparto algunas de estas convicciones que guían mi servicio educativo:
1.»La meta, mas que la enseñanza, es el aprendizaje»
No es pues el maestro el que está en el centro, sino el alumno; la finalidad del proceso de aprendizaje-enseñanza no es «que yo enseñe», sino que se generen dinamismos de aprendizaje en el alumno;
2.»Más que el docente, el «discente», «el aprendiz», no como pasivo receptor o vaso por ser llenado, favoreciendo el camino para que «él mismo» sea protagonista activo del apasionante oficio de aprender a vivir.
Me resulta claro que lo que se aprende es lo que se personaliza. La vida va mucho más allá del aula y los «maestros» que se encuentran en la realidad después de la universidad generalmente son mucho más agresivos y asertivos que nosotros. Más vale que «aprendan a aprender» (de los «Cuatro Pilares de la Educación») y que tengas convicciones claras y bien fundamentadas;
3.»No sólo información, sino formación y preparación a la vida».
Hoy podemos encontrar la información en las redes sociales, y el maestro parecería obsoleto. Tal vez esto se pueda convertir en realidad si como docentes somos «repetidores» de teoría, sin preocuparnos de conectar la realidad con el aula, el presente con el futuro, la teoría con la práctica….
El tener mucha «información» no hace a un profesionista, ni lo debería hacer merecedor de un título universitario.
4.»La sutileza del décimo».
Al final del día todo se traduce en un número que dice si un alumno/a pasa o no, si se titula o no. Y a nosotros como docentes nos corresponde decidir si quien tiene 6.0 (o el punto de pase) verdaderamente tiene los conocimientos necesarios, actitudes y habilidades correspondientes a su área, lo mismo que quien se titula por excelencia académica.
Y al mismo tiempo porqué el que tiene 5.9 «no pasa», ni en extra, ni aunque vuelva a hacer el curso. Tenemos una responsabilidad muy grande ante la sociedad. No quiero encontrarme con un médico o un ingeniero que pasaron su carrera «por lástima»… y sólo por el esfuerzo que hicieron.
¿La calificación garantiza que el futuro profesionista tenga los conocimientos y las habilidades necesarias para el ejercicio de su profesión?
Finalmente
5.»Vibrando con el espíritu de la institución».
Como docente en una institución específica, me uno a una gran familia que lucha por construir un mundo mejor, bajo un particular «estilo», y eso da color y sabor a mi vida y a mi trabajo.
Y todo con alegría. Disfrutar la docencia con el gozo de ver crecer a las personas, que despliegan sus alas y vuelan. Encontrarse con los alumnos en un centro comercial meses o años después y verlos felices, desarrollando sus potencialidades, «en su jugo», eso da gusto.
Querido director, gracias por crear los espacios de diálogo en las «charlas de café».
Cuenta siempre conmigo en lo que pueda apoyar.
Quiero ser rabdomante, y estar siempre en búsqueda de aguas profundas…