Los tiempos que estamos viviendo nos desafían de una manera muy singular. Desde los primeros meses del año 2020 en México y en el mundo entero la realidad personal, familiar, social educativa se vio tocada por la situación sanitaria. O al menos ese fue el origen del trastorno que afectó a una buena parte de la humanidad.
Me he preguntado, y he compartido con otras personas en torno a preguntas que puedan ayudarnos no sólo a “salir vivos de esta”, sino a encontrar los caminos para una vida plena, no solamente “a pesar de las presentes circunstancias”, sino tal vez y de manera paradójica, “gracias a ellas”. Pero me pregunto: ¿Una «nueva normalidad» es la meta para las personas y para la sociedad? ¿Qué otros elementos debemos tener en cuenta para que el mundo siga girando y que no sólo seamos marionetas o sujetos/objetos que hábiles prestidigitadores manejan?
Me parece que para encontrar caminos hacia adelante, cada uno de nosotros se tiene que preguntar hasta que punto somos «víctimas o verdugos del sistema». Lo criticamos y lo mantenemos; nos esclaviza y nos servimos de él para nuestros fines. Pongo un ejemplo: en la universidad he planteado una serie de preguntas en varias ocasiones: «¿Te consideras una persona con sensibilidad ecológica?» Y un 80% responde que sí; la segunda pregunta: «¿Si tuvieras el dinero que se requiere, viajarías en tu jet particular en vez de utilizar una línea aérea comercial»? Adivinen… Más del 80% dice que sí. ¿Una aparente o real incongruencia, no?
Parece ser que al hablar de nuestra vida en el siglo XXI tenemos que considerar a la contingencia sanitaria pero el panorama es mucho más amplio. Y aunque las cuestiones para resolver esta contingencia no dependan solamente de un ciudadano común en lo particular, la respuesta para enfrentarla (integralmente) sí está en las manos de cada uno de nosotros, y van más allá de una vacuna o un medicamento.
¿Cómo puede ser esto? Lo que la reflexión sobre la vida en estos momentos me sugiere es asumir 6 retos:
1. Conciencia total: un elemento que define nuestra humanidad es nuestra capacidad de ser «conscientes», es la autoconciencia que implica saber quienes somos, mantener nuestra libertad intacta, ubicarnos frente a los demás y frente al mundo. Mientras averiguamos si estamos siendo manipulados o esta es una amenaza tremenda para la humanidad, nuestra propia vida depende en buena parte de la atención que le damos a nuestra buena nutrición, al ejercicio y a mantener siempre una actitud positiva. La vida de todos, no sólo la de quien pertenece a nuestra tribu cercana depende de las acciones concretas con las que nos cuidemos. No es una conciencia que se defina en términos morales de lo que está bien y lo que está mal. Se trata más bien de la necesidad de hacer un viaje hacia nuestro interior y encontrar ahí las motivaciones para estar vivos, y plenamente conscientes. Una conciencia integral en el sentido de que toque nuestra salud física, nuestro bienestar emocional, nuestra armonía espiritual y para el que tiene fe, también la dimensión religiosa.
2. Esperanza responsable: El pánico paraliza y obnubila nuestra capacidad de razonar sensatamente, pero existe un temor que es acicate, que nos motiva a seguir adelante sabiendo que hay una luz al final del túnel: es el temor de quien, después de prepararse adecuadamente va a presentar un examen con confianza porque sabe que ha hecho lo correcto. La esperanza auténtica no nos lleva a creer que las soluciones nos llegan del exterior, del cielo o que hay un mundo mejor después de este. Esa no es la esperanza, ni siquiera la esperanza cristiana, esa es una ilusión. Parece ser que la vacuna puede ser la tabla de salvación de muchos, particularmente los más vulnerables pero no será la salvación de la humanidad en el sentido global. Dice el refranero popular: “A Dios rogando y con el mazo dando”, esto significa que podemos poner nuestra confianza en que las autoridades finalmente hagan algo, podemos rezar para que suceda un milagro o que se encuentre una cura accesible y definitiva para todos, pero finalmente la responsabilidad regresa a nosotros, a nuestras acciones. En cuanto a la salud, si somos capaces de renunciar a una salida de casa que no es esencial, si seguimos las indicaciones sanitarias estaremos dando nuestra pequeña y esencial contribución para mitigar el contagio. Y muchos se preguntan o afirman que esto es simplemente parte de la manipulación de la que somos objeto.
3. Solidaridad atenta… o atención solidaria…: Caín pretendió justificar el primer asesinato que la Biblia reporta con la lejanía y la indiferencia: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9) y este texto va mucho más allá de las creencias religiosas; esta narración es símbolo del egoísmo y la indiferencia de quien se deja guiar por la envidia o la soberbia. Finalmente todos los detalles cuentan y lo que yo haga o deje de hacer tiene un impacto literalmente global. Hoy nadie debería sentirse aislado. Mis acciones a nivel de ecología, justicia social, respeto del «otro, del diferente» generan un ambiente que se extiende más allá de mi burbuja cercana. He visto que «se está muriendo gente que antes no se moría» es decir, sí existen categorías vulnerables ante este «virus». En este sentido, el anciano o la anciana que están en casa, las personas más vulnerables que han renunciado a ingresos o a su mismo trabajo, el niño o joven que está teniendo la escuela en casa o que ha convertido su casa en escuela, quien renuncia a una fiesta o evita una salida innecesaria, cada una de esas personas es solidaria cuidando su salud, la de quien está a su lado en su tribu cercana y finalmente la de todos: Es solidario/a con toda la humanidad. ¡Gracias por ello! Sobre todo a nombre de los más expuestos. En los momentos de tragedias naturales y situaciones dramáticas lo que ha salvado a la humanidad es siempre la solidaridad, la comunión.
4. Motivación convencida: en ningún momento de la historia de la humanidad el simple cumplimiento de la ley se ha convertido en sinónimo de promoción de vida. La finalidad de los diez mandamientos y de las leyes civiles es primariamente “preservar la vida”, evitar que la gente asesine, mienta, robe… Puede haber una motivación que llega de afuera; entonces actúo por temor al castigo, a generar una imagen negativa de mi mismo frente a los demás. Pero el único camino para un cambio auténtico es cuando este nace del interior de las personas de una libertad motivada. Solo cuando las manos, la mente y el corazón están conectados entre sí y con las demás personas se pueden ver cambios significativos en la vida de las personas y en la sociedad. Pasar del “así somos los mexicanos italianos… (o de cualquier parte del mundo)”, al “transformo, renuevo mi manera de pensar”. Solo así podemos superar la crisis (sanitaria y existencial) y de hecho seguramente así será; de otra manera nos quedaremos ahí, entrampados en nuestras supuestas creencias colectivas erróneas. Si tomamos en serio nuestra libertad, nuestra capacidad de decidir entonces nos exigiremos a nosotros mismos, le exigiremos a las autoridades que actúen y nos podremos convertir en ese cambio que queremos ver en las otras personas. Y finalmente el ambiente que se genere del compromiso personal y social será el factor determinante para seguir caminando hacia nuevas realidades que nunca se conviertan en definitivas.
5. Pequeños remedios para grandes males: Aunque el refrán popular diga, “A grandes males, grandes remedios”, nos damos cuenta que la respuesta no está en las grandes decisiones que alguien pueda tomar sino dentro de cada uno de nosotros. Ante la situación sanitaria extraordinaria que se ha prolongado y que, -si seguimos así no tiene un fin cercano-, podemos decir sin lugar a dudas que lo que cada uno puede hacer se suma en un gran flujo que genera vida. Pero ante el riesgo de ser «víctimas de un gran plan» o simplemente del consumismo que nos está ahogando, o del suicidio del planeta, podemos pasar a ser «protagonistas» del mundo siempre renovado en el que queremos vivir y que queremos dejar a las generaciones que están llegando.
6. Construyendo el mundo: Me parece poder afirmar que, para que haya un futuro para todos/as incluyendo a nuestras familias y a toda la sociedad, hoy se nos pide un cambio y una continua renovación en nuestras convicciones, una vida que se renueva continuamente que se exprese en acciones concretas que permitan a todos encontrar las oportunidades para vivir.
Lo que está en juego no es algo material sino nuestra vida y la vida de las personas que amamos y nos aman. Espero que cuanto antes frenemos la irracionalidad y no tengamos que añadir más disculpas cuando la humanidad vea estos tiempos desde el futuro. Será inútil que dentro de 100 años haya lamentos por las especies de animales y plantas perdidas o extintas; o peor aún que la conciencia de la humanidad llegue a tal punto que ni siquiera se reconozcan como seres conscientes y que unos cuantos (muchos menos que hoy en día) sean los que puedan disponer de vidas y haciendas a nivel global.
El mundo es así en buena parte porque así lo recibimos, pero definitivamente el mundo será –totalmente- de la manera en la que nosotros lo construyamos. Que en estos momentos, cada uno de nosotros en su mente, en su corazón y con sus acciones diga: “Quiero estar más vivo que nunca”, “Quiero vida, vida plena para mi y para todos/as”, «Quiero descubrir que es vivir plenamente mi humanidad y actuar coherentemente».
La vida, particularmente la vida de las personas debe ser la prioridad, sabiendo que somos parte de un todo que supera nuestra singularidad y trasciende nuestro tiempo de vida.
Y finalmente, último pero no menos importante-, una palabra de solidaridad a quienes han/hemos perdido seres queridos en estos últimos meses. Una vida que termina en estas situaciones es una vida truncada, es una historia inconclusa. Muchas muertes y el sufrimiento de quienes han pasado por momentos difíciles pudieron haber sido evitadas. Y podemos evitar más muertes insensatas, sobre todo está a nuestro alcance evitar la muerte de la conciencia, de la solidaridad, y aunque parezca absurdo decirlo, podemos evitar «la muerte de la vida», de una vida auténtica y plena. Deseo que ante estas situaciones globales y personales, cada uno tenga paz, no para generar inmovilidad, sino para poder continuar el camino por senderos nuevos. Una palabra de agradecimiento a quienes arriesgan su vida en el cuidado de otras personas en los hogares, hospitales, apoyando a quien se está cuidando o no tiene lo necesario para vivir y a quienes cuestionan nuestra humanidad. Y también gracias a quienes nos ayudan a tener viva nuestra conciencia.
Personalmente no creo que la meta deba ser “una nueva normalidad”, sino una realidad que siga transformándose para que todos tengan vida.
¡Contagiemos vida!
Copyright Gerardo Antonio Díaz Jiménez. Marzo 2021. Puede utilizarse sin fines de lucro citando la referencia.